MUERTE

Si estas navidades ya iban a ser extrañas de por sí, el fallecimiento de mi abuelo ha supuesto unas navidades más aciagas aún.

Había llegado su hora. A los problemas de salud que ya venía acarreando desde hace unos años se sumó el contagio por covid sufrido en la residencia en la que estaba desde la pérdida de mi abuela 3 años atrás. Por lo que sé, la muerte de mi abuelo ha sido relativamente rápida y sin sufrimiento. Algo que sus hijos (mi madre y mis tíos) han agradecido enormemente. La tristeza de la familia es palpable pero parece como si les hubiesen quitado un peso de encima. En el caso de mi madre, por ejemplo, no está tan mal como me hubiese imaginado. Yo mismo me he sorprendido no sintiendo más que una leve tristeza en los momentos que pensaba en él.

Desgraciadamente la imagen de mi abuelo se había visto empañada durante los últimos años por el mal comportamiento que había tenido con mi madre y el resto de sus hermanos. Mi abuelo no es una mala persona y siempre nos ha tratado bien tanto a mí como al resto de la familia. Sin embargo, es un hombre rural, chapado a la antigua y con ideas un tanto anticuadas. No aceptaba la idea de tener que estar en una residencia de ancianos aunque fuese incapaz de valerse por sí mismo. El desacuerdo se transformaba en frustración al no tener otro remedio que aceptar la decisión de sus hijos. Y esa frustración la pagaba con malos comportamientos hacia sus hijos, especialmente con mi madre y mi tía. Para mi abuelo la situación correcta era continuar en su casa del pueblo mientras mi madre y mi tía (las mujeres de la familia) cuidaban de él…

Sus comentarios crueles y sus comportamientos adolescentes iban haciendo meya en mi madre con el paso del tiempo. Ella aguantó durante estos años porque era su padre y gracias a que es una mujer muy fuerte. Aunque en el último año sí que vi flaquear esa fortaleza.

A pesar de los 96 años de mi abuelo y de sus problemas de salud, no aceptaba la muerte como una posibilidad que le pudiese suceder a él. Pienso que está bien ser un luchador pero uno ha de saber cuándo le llega la hora, aunque simplemente sea para tener una muerte en paz tanto consigo mismo como con tus allegados (me pregunto si yo seré capaz de reconocer ese momento…).

Pese a toda la tristeza de la familia, su fallecimiento ha supuesto una pequeña liberación (desde mi punto de vista). ¿Hasta qué punto está bien pensar así? ¿Soy una mala persona por pensar de esta forma? Intento ser honesto con mis sentimientos. No puedo fingir un luto que no siento. Era mi abuelo y le quería, pero es normal que el distanciamiento producido durante todos estos últimos años haya amortiguado la tristeza que me ha ocasionado su pérdida.

Espero que allá donde esté no me juzgue mal por éstas palabras y tenga presente la relación abuelo-nieto que tuvimos tantos y tantos años atrás…

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